La pérdida de Manila
La pérdida de Manila, parece un caso menor si lo comparamos con la de La Habana. Pero el doble golpe estuvo a punto de significar una total quiebra.
Al
fallecer el Capitán General de Filipinas, el mariscal de campo don Manuel de Arandia,
recayó el cargo interinamente en el arzobispo de Manila, don Manuel Alonso
Rojo, que resultó ser un mal gobernante en tiempos de guerra.
La
guarnición de Manila se reducía a 550 hombres del Regimiento del Rey y 80
artilleros, que operaban con piezas anticuadas y de pequeño calibre. Las
fuerzas navales se reducían a unas cuantas embarcaciones de remo y vela
dedicadas a combatir a los piratas malayos. El pequeño arsenal de Cavite apenas
bastaba para mantenerlas, y reparar el gran mercante que cada año ponía en
comunicación las islas con Acapulco.
Arsenal de Cavite |
Filipinas
se daba por protegida, basándose en su aislamiento. De hecho declarada la guerra,
nueve meses después no había llegado la noticia. Las condiciones eran ideales
para que los ingleses dieran allí un buen golpe. Y mira por donde, en Cantón se
reponía de la campaña de la India, el coronel William Draper, que recogió toda
la información necesaria de las defensas de Manila, y preparó un plan de
ataque, que fue aprobado por el Almirantazgo.
En
realidad se necesitaba poco para la empresa, con 14 buques, entre navíos,
fragatas y transporte, con el Regimiento nº 79, un batallón de cipayos,
indígenas, una compañía de artilleros, otra de ingenieros y varias de zapadores
indígenas, se dirigieron a Manila, avistada el 22 de septiembre. La población
ignorante de la declaración de guerra, pensó que era un convoy mercante.
Coronel William Draper |
Los
ingleses pensaron en atacar primero Cavite, pero en vista de las
circunstancias, cambiaron de planes dirigiéndose a la desprevenida ciudad. Propusieron
su rendición, cosa que no fue aceptada, comenzando el desembarco bajo el fuego
de las fragatas. Ante la completa desorganización de los defensores, se
apoderaron del reducto del Polvorista y de las iglesias de San Juan, la Ermita
y Santiago, que se encontraban extramuros. La noche del 24, 50 soldados
europeos apoyados por 800 indígenas, al mando del oficial Fallet, suizo al
servicio de España, intentaron desalojarlos, pero fue un rotundo fracaso.
Nueva
exigencia de rendición y nuevo rechazo. En vista de lo cual, los ingleses
comenzaron sus trabajos de aproche y bombardeo, utilizando piezas de a 24
libras, demoliendo pronto varios reductos. En la mañana del 27,
espontáneamente, un gran número de filipinos atacó las trincheras inglesas,
defendidas por los cipayos, sembrando la confusión, pero la rápida intervención
de fuerzas regulares, restableció la situación.
Con
la llegada de unos 2.000 milicianos de Pampanga, se planteó una nueva salida el
3 de octubre, contra la iglesia de Santiago y las trincheras de Malate y la
Ermita, en un principio se consiguió tomar la iglesia, pero de nuevos las
reservas británicas repelieron el ataque.
El
constante bombardeo inglés consiguió, el día 4, abrir brecha en el baluarte de
la Fundación. Se convocó a la junta de defensa, donde sorpresivamente, los
militares votaron la capitulación, mientras que los civiles optaban por la
defensa a ultranza. Mandaba la defensa de la brecha el suizo Fallet, pero al
amanecer del día 5 el asalto inglés no encontró oposición. El arzobispo calló
de rodillas ante los vencedores, que prometieron respetar la religión católica
y a las leyes y autoridades locales, a cambio de la entrega de Cavite, de todas
las armas y pertrechos y cuatro millones, a cambio de no destruir la ciudad, la
cual ya había sido saqueada por los atacantes y los presos liberados.
Parecía
que los ingleses se podían quedar con toda las isla de Luzón, cosa que se evitó
gracias a don Simón de Anda y Salazar, un magistrado civil que no contaba con
medios. Fue tal su celo y energía, que en poco tiempo organizó un ejército de
8.000 hombres y 600 caballos, armados solamente con armas blancas, pero con los
que consiguió aislar Manila del interior, impidiendo el abastecimiento y
sometiendo a los atacantes a una durísima guerra de guerrillas.
La
ocupación inglesa quedaba reducida a la ciudad y al arsenal, aunque tenían el
dominio del mar. Por una presa hecha en la bahía de Manila, se enteraron de que
un rico mercante, el Filipino,
llegaría al estrecho de San Bernardino. Para atraparlo enviaron el navío Panther y la fragata Argo. El 30 de octubre avistaron una
vela que tomaron por el Filipino,
pero este había burlado el cerco, en realidad se trataba del Santísima Trinidad, la nao que unía
Filipinas con Acapulco, que había zarpado el 30 de agosto, pero desarbolado por
una tempestad, había dado la vuelta.
Primero
le atacó el Argo, pero el galeón, a
pesar de ir casi desarmado para acoger más mercancías, se defendió tan bien,
que tuvo que aproximarse el Panther
con sus 60 cañones de 24 y 18 libras, el Santísima
Trinidad resistió aun otras dos horas antes de rendirse, con 1.700 impactos
de cañón en su casco.
Posiblemente
el mayor tesoro del que se apoderaron los ingleses, fueron las cartas y documentación
acumulada desde el siglo XVI sobre el Pacífico. Así se enteraron de la existencia
del estrecho de Torres, redescubierto por Cook en 1770, cuando hacía mas de
ciento cincuenta años que era conocido por los españoles.
Aun
hicieron otra formidable presa, se trataba de la fragata Hermiona, que zarpó de Lima sin noticias de la guerra, y se topó el
31 de mayo de 1762 con dos buques ingleses en el cabo de San Vicente, a los que
se rindió. Su comandante fue juzgado por no haber defendido la carga y el buque
como su deber exigía, siendo degradado y condenado a prisión.
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