El desastre de La Habana


Durante la anterior guerra, mucha de la cual se desarrolló principalmente en El Caribe, la mayor preocupación fue siempre la permanente amenaza sobre La Habana. Era La Habana nuestra principal base naval en El Caribe. Para su defensa se nombró en 1760, Capitán General de la isla, al Mariscal de Campo don Juan de Prado Portocarrero, el cual vio que era imprescindible para una buena defensa de la plazas, fortificar la altura de La Cabaña. Se puso inmediatamente, manos a la obra, acompañado en la misión por dos ingenieros franceses, los hermanos don Francisco y don Baltasar Ricaud de Tirgale.

Para reforzar la guarnición, se enviaron dos batallones de los regimientos España y Aragón, una compañía de artillería y 200 dragones, y aunque estos llegaron sin sus correspondientes monturas, ese no fue un problema pues en la isla había suficientes caballos.

Castillo de la Fuerza

En cuanto a la escuadra basada en la isla, quedaba al mando del Jefe de Escuadra don Gutierre de Hevia, que disponía de 14 navíos y 6 fragatas, en La Habana, 3 navíos y 1 fragata en Santiago, otro navío y dos fragatas en Veracruz, y otros 3 navíos y 1 fragata en Cartagena de Indias; en total 21 navíos de línea y 10 fragatas. 

Gutierre había nacido en Italia, entrando en la Armada en 1720, como guardiamarina. Tras matar en duelo a un compañero tuvo que acogerse “a sagrado” en la iglesia de San Felipe Neri de Cádiz, siendo luego perdonado. Participó en la toma de Orán y en la defensa de Cartagena de Indias, ascendiendo a Capitán de Navío. Al casarse con la hija del marqués de la Victoria, éste le confió el mando del navío Fénix, en el que trajo a Carlos III y su corte a España, motivo por el cual fue ascendido a Jefe de Escuadra, se le otorgó el marquesado del Real Transporte, y se le nombró vizconde del Buen Viaje. No sólo eso se le confirmó en el mando de los “Batallones de Marina”, futura Infantería de Marina y se le perdonó una deuda de cuatro mil pesos. Mandándole a América para que se luciera. Pero, ¿se lució?

Las obras de fortificación se iniciaron con demasiada tranquilidad, teniendo en cuenta que el circuito amurallado era bajo y poco resistente, careciendo en gran parte de foso. Su principal fortificación era la del Morro, que fue construida en el siglo XVI por Antonelli. Una epidemia de fiebre amarilla, complicó aún más las cosas, pues murieron 1.800 habitantes, entre ellos unos de los ingenieros franceses.

Almirante Rodney
A todo esto a comienzos de 1762, el almirante Rodney, con una expedición de Inglaterra, tomo la francesa Martinica y las islas adyacentes de Granada, Santa Lucia y San Vicente, con lo que dominaba todas las islas de Barlovento, desde el continente hasta Puerto Rico y Santo Domingo.

Un paquebote español, el San Lorenzo con la correspondencia se topó a la altura del cabo Tiburón con el Milford, y tras duro combate se vio obligado a rendirse. El comandante español, tiró la correspondencia al mas, guardando un ejemplar de la Gaceta, con la información decisiva, y desde Jamaica pudo llegar a La Habana, entregando la información al Capitán General Prado, que no consideró necesario tomar ninguna medida, salvo convocar la junta y pedir refuerzos. En el fondo, tanto él como Hevia estaban deseosos de que aparecieran los ingleses, en la confianza de de estos se llevaran un chasco. En realidad sobrevaloraban sus posibilidades.

En los meses siguientes los ingleses prepararon una expedición contra La Habana, pero a pesar de los avisos, Prado y Hevia, siguieron sin tomar ninguna medida. Una expedición inglesa partió de Portsmouth el 5 de marzo, al mando de Pocock, reuniéndose en Santo Domingo con la escuadra de Douglas, formaron una considerable fuerza compuesta por, 27 navíos de línea, 15 fragatas, 9 menores y 3 bombardas, junto a 150 transportes con 12.000 veteranos, a los que se sumarían 4.000 soldados americanos y 2.000 zapadores negros, todos al mando de Albemarle.

Con todo preparado, se hicieron a la mar, poniendo rumbo a La Habana por el camino más directo del Canal Viejo. En el camino apresaron a la fragata Fénix de 22 cañones, y al paquebote Tetis de 18, que escoltaban dos transportes de madera para el arsenal. Llegaron frente al puerto de La Habana el 6 de junio. La población atemorizada y Prado creyendo que los botes que se acercaban eran componentes de algún convoy comercial enemigo. Al darse cuenta de su error, comenzó a dar precipitadas órdenes en todos los sentidos.

Guanabacoa

Parece ser que en la plaza estaban unos 2.800 veteranos, cifra que parece un poco baja, a los que se unieron más de 5.000 entre milicias y paisanos armados, más 250 hombres de la maestranza del arsenal y 600 negros. Realmente todos estos medios, más la escuadra de Hevia podían ser suficientes para defender la plaza, pero … falló el mando.

Cojimar
Al día siguiente los ingleses bombardearon las torres de vigilancia de Cojímar y Bacuranao, al este de la bahía, demoliéndolas en poco tiempo, permitiendo el desembarco de 8.000 hombres que, en dos columnas se plantaron ante Guanabacoa. A todo esto la inefable junta, ordenó guarnecer las alturas de la Cabaña, con fortificaciones de campaña. Se subieron, a toda prisa, y en pésimas condiciones, algunos cañones de a 12 libras. Una simple escaramuza la noche del día 8, bastó para que la junta dictaminara que la altura era ya indefendible, ordenando clavar y despeñar los cañones, subidos con tanto esfuerzo, y evacuar las alturas.

Bucaranao
Error tras error, se ordenó barrenar los navíos Asia, Neptuno y Europa para cerrar la entrada a la bahía, sin pensar que al tiempo que se imposibilitaba la entrada de los buques ingleses, se impedía la salida de la escuadra, encerrándola en el puerto y privándola de utilidad alguna. Se ordenó desaparejarlos y cubrirlos con sacos de tierra para servir como baterías flotantes.

Se puso al frente de las fortificaciones a los comandantes de los inutilizados buques, así al frente de la isla del Morro, se puso a don Luis Vicente de Velasco e Isla, que en la guerra anterior apresó a tres buques enemigos. Contaba para la defensa con 300 soldados de línea, 50 de marina, 50 artilleros navales y 300 zapadores negros, además la fortificación contaba con 64 cañones de varios calibres, mayoritariamente de bronce. Mandó tapiar la puerta del Morro, aislándolo de la ciudad. La caída de uno no conllevaría la del otro.

Navío Asía
Los ingleses, dueños de las alturas de la Cabaña, desembarcaron, sin ninguna oposición, todo lo necesario para el asedio desde la playa de Cojímar. Albemarle a pesar de tener en su poder la Cabaña, posición desde la que se podía bombardear la ciudad, decidió tomar primero el castillo del Morro, ordenando al general Keppel, los trabajos. Se abrieron trincheras para acercarse a los muros y desde allí batirlos hasta demolerlos y poder lanzarse al asalto; al tiempo que se escavaban minas. Velasco propuso hacer una salida general, para impedir estos trabajos, pero la junta decidió reservar los hombres, no se sabe con que fin.

Castillo del Morro

La fragata Venganza y el paquebote Marte, ignorantes del ataque inglés se acercaban para entrar en puerto. Dos navíos y nueve menores ingleses los atacaron y no tuvieron mas remedio que meterse en el puerto de Mariel, donde resistieron todo lo que pudieron, hasta que al fin zabordaron los buques y se incorporaron a la defensa de la plaza.

Cañon naval de 32 libras
En la plaza la lucha continuaba en torno al Morro, que era batido por cañones de 32 y 24 libras. Velasco insistió, y al fin la junta autorizó la salida. Esta se efectuó con solamente 640 hombres en tres grupos, uno haría un ataque de distracción a la Cabaña, mientras los otros dos intentarían tomar las trincheras. El pequeño contingente fue rechazado, ya que además los sitiadores contaban con la protección de las trincheras y parapetos.

El 1 de julio los ingleses decidieron someter al Muro a un ataque conjunto de las baterías de tierra y los buques de la escuadra, designando los navíos: Sterling Castle, Cambridge, Marlborough y Dragon. El bombardeo duró seis horas, pero una vez más los navíos ingleses salieron malparados ante las fortificaciones españolas, el Cambridge de tres puentes, quedó desarbolado y sin timón, muerto su comandante y escorando peligrosamente a una banda. Salvado por el Marlborough a remolque. Los cuatro navíos quedaron seriamente dañados. Las baterías de tierra también sufrieron, siendo incendiadas dos en los días siguientes. Pero el Morro era lentamente demolido, a pesar de los esfuerzos de sus defensores por reparar los destrozos..

Cañon de 24 libras
Ante la mala situación, se decidió hacer una nueva salida, ahora de noche y con 800 milicianos, apoyados por algunos piquetes de marina y migueletes catalanes. Aunque mejor pensada que la anterior, fue de nuevo rechazada por la Cabaña, aunque con fuertes pérdidas por parte de los ingleses y casi la mitad de los efectivos de la fuerza atacante.

El día 29 desembarcaron las fuerzas americanas al mando del general Burton, que venían a reforzar a los ingleses. Ante los refuerzos, Velasco, informó a la junta del inminente ataque que se avecinaba, y que convendría decidir si se debía resistir, iniciar negociaciones o evacuar la fortaleza. La junta una vez más demostró su inoperancia, dejando la responsabilidad a Velasco. A este no lo quedó más solución que la resistencia hasta el último momento, aún sabiendo que era un sacrificio inútil.

Luis Vicente de Velasco e Isla

Al día siguiente, 30 de julio, a la hora de más calor, los ingleses hicieron volar las minas y se lanzaron al asalto. Velasco acudió raudo empuñando su espada, pero fue herido de un disparo en el pecho. Fue atendido por los vencedores, se le trasladó a la plaza donde se le operó para extraerle la bala, pero murió al día siguiente por la infección. Fue enterrado al tiempo que sus enemigos se unieron a las salvas de honor. Tal era el respeto que mereció.

En La Habana la caída del Morro y la muerte de Velasco causaron una gran sensación. Pero la fortificación no era vital para la plaza, y desde el interior recibían refuerzos y provisiones. Si los españoles hubieran resistido unas semanas más, era tal el estado de la fuerza atacante, el ataque se hubiera frustrado.

Fortaleza de La Cabaña
Los ingleses que habían instalado en la Cabaña 45 cañones de a 32, 30 morteros y 2 obuses, enviaron el 10 de agosto una parlamentario con una carta de Albemarle para Prado, en la que se le ofrecía la capitulación, antes de comenzar el bombardeo; todo de acuerdo a la cortesía militar de la época. Prado se negó, pero nueve horas después de empezado el bombardeo, en la madrugada del día 11, cuando los daños aún era mínimos, envió a las líneas inglesas un parlamentario ofreciendo la capitulación, que se firmaría al día siguiente.

Salieron las tropas con todos los honores, siendo repatriadas, mientras que la ciudad al completo quedaba en manos inglesas. En cuanto a navíos el resultado fue el siguiente: 7 barcos apresados, 4 de ellos de 70 cañones (Tigre, Reina, Infante y Aquilón), y 3 de 60 cañones (América, Conquistador y San Jenaro); 3 barcos hundidos en la boca del puerto (Asia, Neptuno y Europa)¸y dos que estaban en construcción en el arsenal (San Carlos de 80 cañones y Santiago de 69 cañones). Además se entregaron el bergantín Cazador de 18 cañones, la urca San Antonio, los dos jabeques San Francisco y San Isidro y tres goletas. Recordemos, ya que el rimbombante marqués del Real Transporte, que según las Ordenanzas, debía haberlos destruido antes de entregarlos, cosa que no hizo.

A estas pérdidas hay que sumar los pertenecientes a la Compañía de Caracas o de particulares: San Zenón de 78 cañones, las fragatas Asunción, Santa Bárbara, Perla, Atocha, Santa Rosa y Constanza, todas de entre 24 y 50 cañones, una balandra o otras 100 embarcaciones de todos los tipos.

Fue uno de los mayores desastres sufridos, pues además se perdió la principal y vital base naval de La Habana y mejor arsenal español; se rompieron las comunicaciones con la Península, y quedó comprometido todo el Caribe a un nuevo ataque.

Es España fueron encausados Prado y Hevia, por sentencia firmada por el Rey en marzo de 1765, perdieron sus empleos y fueron enviados al destierro durante 10 años, además de responder con sus bienes a las pérdidas causadas a la Real Hacienda y al comercio. En septiembre, gracias a sus amigos, el Rey indultó a Hevia. Le repuso al mando de los Batallones de Marina y ostentó la Dirección General de la Armada, dirigiendo el departamento de Cádiz y obteniendo aún la gran cruz de Carlos III en marzo de 1772. Por muchísimo menos, los ingleses fusilaron a Byng.


Con respecto a Velasco, se le tributaron honores, se levantó un monumento en su pueblo santanderino, a sus sucesores se les concedió el título de marqueses del Morro de Velasco y se aprobó que desde entonces, siempre un buque llevara su nombre. Se equiparaba así, al héroe muerto, Velasco, con el inútil vivo, Hevia.

De nada servía el ingente trabajo de hombres como Ensenada, Jorge Juan y tantos otros, junto al tremendo coste en vidas y en medios, si luego se confiaba el mando a personajes como Hevia, que además después de imponerles una mínima condena, se les indulta para volver a las andadas. Cuantas veces, por desgracia, hemos visto hechos parecidos en nuestra historia.

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