Los Reinos de Taifas: Capitulo 1



Exposición de motivos: 

    Tiempo atrás, nuestra amiga Marian García Romo, me propuso hacer un trabajo sobre los Reinos de Taifas. Los dos estábamos convencidos de que el Grupo COSAS DE HISTORIA Y ARTE, estaba necesitado de algún tema que provocara, primero el interés y luego la participación de nuestros amigos y componentes del grupo.

    Desde el primer momento surgió la problemática de encontrar el tema. Hay que tener mucho cuidado en la elección de los temas si se quiere conservar el buen ambiente que reina en el grupo. Ambiente al que ninguno de los tres Administradores estamos dispuestos a perder. Por fin elegimos escribir sobre los Reinos de Taifas. Ninguno nos sentimos arabistas, ni defendemos o atacamos su presencia en nuestra península. Pero somos conscientes que fueron 8 siglos, y eso nos ha dejado cantidad de huellas, en todos los órdenes de nuestro Gran País.

    Ahora, cuando el tema desde hace tiempo es la disgregación de la unidad, con los movimientos aflorados en Cataluña, pidiendo su independencia; será importante leer, ampliar, comentar, este artículo; y darnos cuentas como la partición de un todo a veces trae consecuencias no deseadas.

    Espero que los nacionalistas a ultranza, si es que los hubiere en el grupo, entiendan que esto es Historia, no Política.

    Hemos partido el extenso tema, en varias partes, que iremos numerando para un mejor seguimiento, simplemente con: Reinos de Taifas-1, Reinos de Taifas-2 y Reinos de Taifas-3. Hemos corrido el riesgo de hacer un “tocho” inaguantable. Pero en este Grupo, no obligamos a nadie a leer los post, ni mucho menos pasamos exámenes o encuestas sobre ellos. Solo estaremos deseando vuestros comentarios, o como decía anteriormente: ampliaciones.

Muchas gracias.



Introducción al tema:

    Al-Andalus surgió como por arte de magia y estuvo a punto de desaparecer, cuando no se cumplía medio siglo de su nacimiento. Un fugitivo marwâní, huyendo de la muerte que sufrió la mayor parte de su dinastía, y buscando un lugar donde poder vivir lejos del peligro, se encontró por azar del destino, dueño de la Península Ibérica, salvando así Al-Andalus de su desaparición.

    Tras treinta y siete años de dura lucha, dejó a sus sucesores uno de los más sólidos estados de la Edad Media. Tres siglos duraría la prosperidad de aquel Estado, sin duda un periodo larguísimo para un estado medieval. Su contemporáneo, el Imperio de Carlo Magno, duró unos tres cuartos de siglo, el Imperio Teutón, en sus diferentes ramas: los Welfos, los Hohenstaufen, los Babenberg, no pasaron de dos siglos. Luego, tras cuatro siglos desapareció tan de repente como había aparecido. Durante casi cinco siglos, arrastró al-Andalus una lánguida y penosa existencia, sin poder ponerse de nuevo en pie.

    Hubo tentativas, pero fueron locales y de poca importancia, sólo aspiraban a fundar un emirato y a gozar de las recaudaciones, los intentos más significativos fueron norteafricanos y no buscaban la restauración de al-Andalus, sino conservar lo que quedaba de sus tierras, reclamar el resto para el Islam y transformarlo en una provincia. Este es el primer fenómeno que merece consideración, tanto por lo que atañe a la época de los Reyes de Taifas, sino por la historia de al-Andalus. Es difícil imaginar la desaparición de todo un pueblo, pues por débiles que estuviesen, «permanecían en su sitio por el prestigio de su pasado y por falta de un reivindicador». Lo que ocurrió a menudo fue la desaparición de una casa reinante siendo sustituid.

    En noviembre de 1031 (dzu-l-qada 422). La aristocracia de Córdoba, cansada y arruinada después de un cuarto de siglo de disturbios e inestabilidad, decidió suprimir el califato y arrojar de la capital al último representante de esta casa. Así terminó, la gloria de los califatos de Córdoba. Claro es que estos hombres, sólo pensaron en guardar lo que quedaba y dominar en Córdoba y su provincia para recuperar lo perdido. Su visión política no llegó a concebir la patria. Pudieron recuperar sus riquezas, para luego sumergirse en el desplome al suprimir el Estado y destruir la unidad del país. 

    Lo sorprendente es el descuido con que los jefes de la comunidad de Córdoba tomaron su decisión. En aquellos tiempos la gente se aferraba al poder central por débil que éste fuese, con la esperanza de que la dinastía, restableciese la autoridad y el orden. Esto era lo habitual, salvo que existiera otro jefe ambicioso aspirante al poder. Pero siempre, las casas reinantes mantenían al menos los cuadros de la organización política y social.

Mahoma predicando
    
    En Córdoba, sin embargo, los notables suprimieron este eje sin pensar en las consecuencias. Su jefe era nada menos que Abú-l-Hazm Yahwar ibn Muhammad ibn Yahwar, descendiente de los Banu Yahwar y de los Banu Abi 'Abda, que tantos ministros, generales y administradores proporcionaron a Al-Andalus. El mismo ocupó importantes cargos bajo ALMANZOR y sus hijos. Al asumir la jefatura de Córdoba, supo dirigir la nave de Córdoba en el turbio mar del Al-Andalus de entonces, pero, no vio la gravedad de suprimir el Califato. Parece que estaba seguro de que se trataba de una simple crisis. No se le ocurrió que podría ser el comienzo del fin. ¿Cómo podía pensar que de repente los países del norte empezarían a conquistar grandes zonas del Califato? 

    Solo despertaron de su sueño, al apoderarse ALFONSO VI de Toledo, dándose cuenta del peligroso cariz que tomaban los acontecimientos. Buscaron el modo de eludirle, pero era tarde. Se habían enemistado unos con otros, sin posibilidad de reconciliación. Fueron dominados por el pánico. No obstante, los reyes cristianos no pensaron en conquistar las tierras musulmanas hasta que ALFONSO VI descubrió lo fácil que resultaba. Una vieja leyenda cuenta que ALFONSO dormitando un día bajo un árbol en el jardín del palacio de Al-­Mamun ibn Dzû-l-Nùn, cuando escuchó una conversación que mantenían ciertos cortesanos de aquel reyezuelo, sobre la manera de apoderarse de Toledo sitiándola por hambre y talando su vega.

   
    Aquella leyenda puede ser un símbolo de lo que descubrió ALFONSO VI durante su dorado exilio toledano, que terminó el 7 de octubre de 1072: averiguó que toda la provincia de Toledo, desde la sierra de Guadarrama hasta casi Despeñaperros, estaba podrida interiormente e indefensa por fuera. Se encontraba rodeada de enemigos: por un lado, los Banu Hud de Zaragoza, y por otro la de los Banu al-Aftas de Badajoz. En las demás fronteras, débiles emiratos: el de Valencia, dominado por Abú Bakr ibn Abd al-Aziz, dependiente de Toledo, y el de Albarracín en donde reinaba un mercenario. ALFONSO VI que se había refugiado en Toledo, huyendo de la lucha por el trono de León, cuando se despidió de Yahya al-Mamun ibn Dzû-l-Nùn, no dudó que regresaría como dueño. 

    El resto es demasiado conocido, con la entrada, casi pacífica, de ALFONSO VI, el 6 de mayo de 1085 (10 de Muharram 478). Aquel día el destino del Islam en Al-Andalus quedó decidido al perderse, casi la cuarta parte de su territorio. El resto se vio seriamente amenazado, abandonando las ciudades y los campos del norte y del centro para buscar refugio en el sur. Facilitando así, el proceso expansivo de leoneses, castellanos y aragoneses. Dominados por el pánico, se apresuraron a pagar tributos para comprar su seguridad durante cierto tiempo y más tarde, llamaron en su ayuda a los Almorávides.

    Es sorprendente cómo una nación grande, como lo era Al-Andalus, se desintegrase de tal modo. A primera vista parece que la causa principal fue que las fuerzas militares del país estuviesen divididas en dos bandos hostiles entre sí: los nuevos mercenarios bereberes de Almanzor y los tradicionales combatientes. Pero un desastre tal no puede producirse por un sólo factor. Otra causa fue la supresión del Califato por los altos dignatarios cordobeses. Luego tenemos las ambiciones de los jefes provinciales, que seguían su política de secesión, acabando con toda esperanza de unión.


    Después, tenemos el enigmático agotamiento de la casa marwâní. Este linaje no dio después de ALMANZOR ningún otro hombre de talento. La razón es clara: durante casi un cuarto de siglo, ALMANZOR se dedicó a diezmar a la casa marwâní, acabando con todos los que pudiesen amenazar su poder. Especialmente los descendientes de ABDERRAMÁN III le causaron muchas preocupaciones, persiguiéndoles con extremada crueldad. Se puede decir que ALMANZOR exterminó a la casa marwâní dejando solamente a los inútiles.

    
    Sólo al-Andalus, de todos los países musulmanes, vivió continuamente bajo la amenaza de sus enemigos. Los cristianos del norte ocupaban regiones y allí crecían fuertes y belicosos. Sus tierras no eran pobres, pero sí duras y frías, por lo que siempre estaban pendientes de los fértiles campos del sur y del este, sintiendo la necesidad de expansión. La presión sobre las fronteras de Al-Andalus se acentuaba día tras día, desde finales del reinado de AL-HAKAM II, Al-Andalus vivió amenazado. Una vez que estalló la guerra civil (fitna) entre los musulmanes, el diluvio cayó no supieron aliarse entre sí, se peleaban unos con otros, por lo que se hacía más difícil la tarea de salvarse, hasta que todo esfuerzo fue vano. 

    La mayoría de los que se repartieron los restos del Califato cordobés a raíz de la «fitna», eran hechuras o parientes de Almanzor. De él aprendieron la crueldad, la astucia, la avidez por el poder y el manejo de los medios a su alcance. Pero no consiguieron aprender de él lo más importante: la valentía sin límites, el incansable tesón dando como fruto una profunda fe musulmana, y la generosidad propia de esta cultura.

Comentarios

  1. Respuestas
    1. Por nada amiga. Si no fuera por ti no lo habría escrito.

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  2. Pues yo creo que también es importante tener en cuenta la falta de una base social sobre la que basar la nación. Demasiados merecenarios extranjeros, demasiados esclavos extranjeros en el poder, asi no se puede ser fuerte.

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